Esto no es perfecto.

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Me gusta que las cosas salgan perfectas. Disfruto cuando todo sale sobre ruedas, cuando no hay obstáculos, ni problemas. Me siento muy tranquila al ver que el resultado es justamente el esperado o aún mejor, si es posible.

En mi mundo ideal, toda la ropa del mundo estaría perfetamente ordenada en pilas según las gamas de colores, tipos de prenda y materiales, incluso en rebajas. Las baldosas de la calle no tendrían manchas grises y circulares que antes fueron chicles, ni salpicarían agua cuando las pisas tras un día de lluvia. Los letreros de todas las tiendas serían de un corte sencillo y vintageno de esos cutres e industriales que rezan Aluminios Manolo en la fuente Comic Sans. Habría muchas más papelerías, repletas de bolígrafos, cuadernos y rotuladores de colores perfectamente colocados en sus respectivos mostradores. Todo orden. Todo limpieza.

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Te doy la razón si piensas que tengo mente de psicópata, porque yo lo pensaría si no me conociese desde hace tanto tiempo. Tranquilo, no te voy a guardar rencor ni nada parecido; lo haré sólo si descubriese que eres de esos que dicen mal los imperativos. Ahí sí que tendríamos un problema gordo.

Lo peor de perseguir esta utopía es que nunca te deja descansar. Siempre hay algo que podría haber quedado mejor. Y ahora me lo tomo a broma porque se está dando el caso, pero lo cierto es que las personas que tendemos al perfeccionismo solemos fastidiarnos a nosotros mismos casi todo.

Recuerdo cuando hace unos años  mis padres me dejaron al fin (cito textualemente) perforarme la oreja de manera irreversible; que sepas que eso seguirá cuando seas vieja. Acabé con tres pendientes en la izquierda, como siempre había querido. Estaba muy contenta con el resultado porque, por fin, había conseguido quitarme el miedo que me daba hacerlo. El problema llegó cuando me miré al espejo y comprobé, pobre de mí, que entre ellos no había la misma distancia. Entonces me entró el pánico.

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Sí. Lo sé: first world problems y todo eso.

Resulta ridículo, y lo reconozco. De hecho, es adonde quería llegar: es irrisorio. Te comes la cabeza por una cosa tan absurda como esa, en vez de alegrarte por haber superado un miedo o por haber hecho algo sin la aprobación de los demás.

Desde luego, el perfeccionismo busca resultados perfectos. No obstante, la construcción del término perfecto que hacemos algunos (concretamente, yo) es bastante tóxica. Quizás es que hay que encontrar una definición más, no sé… ¿perfecta?

Sara.

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Por si te aburres

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Desde pequeña he sido de sueño difícil; tardo como dos horas en conciliarlo la mayoría de días. Es por eso que soy algo así como una veterana en eso de matar el tiempo. Ayer mismo, navegando por Internet a eso de las dos de la mañana sin poder pegar ojo, encontré en You Tube un fragmento de la entrevista a Blanca Padilla (modelo española de Victoria’s Secret) en Al rincón de pensar. Lo cierto es que la chica me cayó muy bien de primeras y me animé a ver la conversación entre ella y Risto entera. Sigue leyendo «Por si te aburres»

Chicas guapas

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Por mucho que los mayores se empeñen en decirnos lo contrario, sigo creyendo que mi generación lo tiene difícil.
Está bien, vivimos en la era de Internet, de las comodidades, de las oportunidades. Pero eso no quiere decir que obtengamos felicidad absoluta de ello. De hecho, es esa inmensa cantidad de facilidades la que nos abruma. Sigue leyendo «Chicas guapas»