He aquí la cuestión…

Realmente, no sé en qué situaciones hay que intervenir. A veces he visto a alguien en apuros y me he quedado mirando desde la distancia, como un estúpido pasmarote. Mi cerebro no ha parado de debatirse entre el ayudo/no ayudo. Es raro. Porque si no haces nada te sientes como una mala persona, como alguien demasiado vergonzoso o inútil para prestar auxilio. Pero si prestas ayuda puedes molestar a quien está mal, y específicamente es esa persona quien te interesa que se encuentre mejor, ¿no?

A mí me ha pasado muchas veces, que me ha dado una bajada de tensión y me he tenido que tumbar en el suelo. Entonces ha empezado a venir gente y más gente ofreciéndose a comprar una botella de agua. En serio, todo el mundo quiere darte agua cuando estás mal, y eso está genial porque es un placebo muy efectivo, y te hace sentir cuidado.

Lo que ocurre es que cuando una multitud se aglomera y no para de preguntar puedes sentirte agobiado, porque tú te estás muriendo y te ves obligado a decir «no, me encuentro mejor». Una leche. Te sientes fatal y sólo quieres cerrar los ojos y desaparecer.

Se me había ocurrido escribir sobre esto porque el otro día me encontré ante una situación así y me sentí súper mala persona porque no hice nada al respecto para no molestar. Luego llegué a casa y pensé «joder, Sara, eres una incompetente».

Y, no sé, quizás lo soy. Pero no pasa nada. O sea, ahora no quiero que nadie se encuentre en la misma disyuntiva de si ayudarme o no.

Sara.

   Fuente imagen: yourfriendzz.tumblr.com

Bárbara.

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Estaba pensando en mis muñecas. No las que unen mis brazos a mis manos, sino esas figuras humanas de plástico con aspecto inhumano, de proporciones imposibles y curvas de vértigo. Con cabellos sintéticos y pies subidos a tacones invisibles.  Aquellas que te permiten ser una estrella del rock, modelo de pasarela y submarinista sin moverte de tu casa. Qué invento tan grandioso… Me río yo de la realidad virtual. Sigue leyendo «Bárbara.»