Hoy me ha ocurrido una cosa extrañísima.
Estaba escuchando música en un discman (sí, hay gente que aún los usa; y no, ese no es el fenómeno paranormal) cuando las pilas se han agotado. Es eso que nunca crees que va a pasar. Por alguna razón, el ser humano atribuye a las pobres el don de la inmortalidad, como si no fuese demasiado increíble ya que un pedazo de zinc y cátodo de forma cilíndrica nutriese de energía a todo un aparato electrico. No es que me haya cabreado, pero sí me he sentido igual que cuando me termino un helado en pleno agosto, con la sensación de no haberlas aprovechado bien mientras estuvieron allí.
En ese momento comenzó la búsqueda del tesoro, mi propia Odisea, La Sarasea, por denominarla de algún modo. ¿Dónde se guardan las pilas? No existe un lugar exacto en la casa para ellas. Son un poco okupas en ese sentido. Por lo general, se quedan en el cajón de la cómoda Strünjken del salón, junto al mando del vídeo, el de la televisión antigua, el del DVD y, si tienes un poco de suerte, hasta el del Blu-ray.
Algunas se sienten un poco presionadas, porque empiezan a escuchar a los mandos decirles «¿No vas a ayudar a un viejecito como yo a volver a funcionar? Es curioso como los jóvenes siempre dejan a los ancianos abandonados. ¿Qué más dará? Ya no servimos para nada, ¿verdad? El agobio puede con ellas y se escapan, sin decir nada, con la promesa de encontrar un nuevo hogar, cual pueblo de Israel. Su próximo paradero es una auténtica incógnita. Hay algunas que han conseguido esconderse durante años, viviendo pobremente bajo los muebles, repletas de polvo y mugre, de la mala vida.
Quizás debería estandarizarse el lugar donde se guardan las pilas, proporcionarles una morada, por muy humilde que fuese. Estoy segura de que se conformarían con lo mínimo con tal de que fuese para ellas solas. Porque no los tenemos que culpar por tener que migrar sin un horizonte claro, sorteando todos los obstáculos del nuestros suelos de tarima, tan amplio como un desierto a sus metafóricos ojos.
«A Horse With No Name», América
Sara.
Cuando a mí me pasa eso (también uso discman), acabo intercambiando las pilas con las del mando de la tele, y si mis padres lo van a usar y no funciona… «Ups! Parece que se acabaron!». Como ellos saben dónde están las pilas, las cambian y todos contentos jajajajajaja
Un beso!
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Jajajajjaja es lo típico, creo que todo el mundo nos volvemos egoístas por su culpa. Muchas gracias por comentar!
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Sí, una vez más, puedo ver tu cara sonriente escribiendo este post. Un placer leerte. Un besazo guapa!
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No sabes cuanta ilusión me hace que me digas eso. Un beso guapísima 😘😘😘
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