Con nombre y apellido pero muy a la ligera

¿Qué pasará sin por fin le llamas? ¿Se presentará ante ti? ¿Será un enorme monstruo que te engullirá sin pensárselo dos veces?

No te escondas. Mírale a los ojos y di con voz bien alta y clara: «Eres un cabrón, tú mataste mi ilusión. Prepárate a morir».

Y más soldados se unirán a la batalla porque creerán en tu lucha. Aunque tú no lo sepas, eres una audaz guerrera, da igual que estés vestida de princesa.

Después del combate daréis una fiesta. A pesar de estar repletos de heridas.

Cuando hayan pasado muchos años estarás mirándote al espejo mientras cepillas tu larga melena. Te pondrás tu corona con orgullo.

Tienes más ganas de pelea.

Sara 🙂

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Los vecinos pesados.

Han venido esta tarde a mi casa a tomar el café.

Casi nunca les abro la puerta. No me dan pena, ¿eh? Son un grupo de agonías. Y sus hijos gritan, lloran y corretean.

No me hagáis que hable más de ellos, por favor. Quedemos en que son unos vecinos ruidosos.

Hace unos años me empezó a dar muchísima vergüenza que los viesen conmigo. Los vecinos de mi barrio son súper refinados. Por aquel entonces, se me metió en la cabeza que también quería ser una chica sofisticada.

Y me daba mucho miedo que pensasen que era inferior.

Los pesados se dieron cuenta de que les ignoraba y cada vez eran más insistentes en llamar mi atención. Un día incluso se pusieron a tirar piedras a las ventanas de mi casa. Meses y meses de obras hicieron falta para arreglar los desastres que provocaban cada semana.

Total, que no me preguntéis por qué, pero últimamente los invito a merendar. Prefiero que vengan de vez en cuando y que me dejen en paz el resto del tiempo.

Nada más entran por la puerta de mi casa pongo los ojos en blanco, diciéndome a mi misma «¿Es que eres tonta?». 

Me caen mal, es cierto. Pero me avisan cuando ponen el mercadillo del barrio de al lado. Si digo que no me apetece ir, empiezan a insistir una y otra vez «¡vente, vente, vente! ¡Luego te vas a arrepentir!». 

Saben lo mucho que me gusta ese mercadillo.

Ellos se vienen conmigo (por supuesto), y eso me molesta hasta límites insospechados. Aunque es verdad sin ellos nunca iría.

Poco a poco aprenderé a quererlos.

 

Sara.

Musa de repuesto

Soy una musa de repuesto.
Me pintas cuando las demás no aparecen.
Escribes poemas sobre mi cabello rizado.
Cantas melodías románticas, exclamando lo feliz que te hago.
Soy un oasis en el desierto.
Una metáfora de usar y tirar.
Aparecen tus musas favoritas y ya no te importo.
Guardas tus cuadernos,
Me elogias al oído
Te avergüenzas, me rechazas.
Me odio a mi misma por un sentimiento cercano y certero.
Cuando miro tus obras imagino mi espejo.

Sara.

Bailar durante la tormenta (2)

Lunes, 17 de septiembre de 2018, 0:14

Hoy ha acabado siendo un día guay.

Estoy alternando mi mirada entre la pantalla de mi móvil y las estrellas.

Me he tumbado a ver el cielo, aunque apenas se aprecian las estrellas.

Me entra la risa floja. No tengo sueño.

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Bailar durante la tormenta

Domingo, 16 de Septiembre de 2018, 16:41

Acurrucada en mi cama, abrazo a un cerdito de peluche.

Prácticamente no entra luz por la ventana porque he bajado las persianas.

Es aún temprano y deseo que fuesen más de las siete.

Cuando anochece comienza mi día.

No estoy cansada cuando he de dormir.

Los auriculares me susurran canciones de folk británico que hablan de mis sentimientos.

Cierro los ojos y trato de no imaginar. Entonces es cuando sueño sin pensarlo.

Mis pensamientos nadan libremente por mi cabeza y me encuentro a mí misma recordando escenas cotidianas.

Me choco de bruces con mi tranquilidad escondida.

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Fuente: giphy.com

Si conoces mi alegría

No estoy enfadada contigo. En ningún momento he llegado a pensar que tú tienes la culpa de haberme conocido en una etapa tan oscura. Aquella no era yo.

Mi corazón sonríe a menudo.

Se ilusiona por tomar café caliente. Siente felicidad al trenzarse el cabello y colorear sus labios de rojo. Es alegre e inocente. Tiene aspiraciones. Sueña despierto sobre bailar en teatros.

Cuando tiene un problema no sabe cómo llorar y pide ayuda a su familia. Le gustan los días de frío y lluvia porque se siente refugiado bajo una manta de lana. Disfruta la nostalgia. Es serio en ocasiones, sobre todo cuando se encuentra inseguro. Le gusta que le abracen con cariño.

No es parecido a aquel corazón de entonces.

Ojalá conocieras mi alegría. Quizás te habrías enamorado de ella.

Sara.

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Fuente imagen: marloesdevries.tumblr.com

Primavera

A veces me da vergüenza ser sincera porque no quiero que piensen mal de mí. Me dan miedo los pensamientos que afloran en mi cabeza sin parar; tengo pánico a que comience en mi mente una primavera llena de rosas espinadas por lamentos del pasado y margaritas indecisas con pétalos infinitos (sí, no, sí, no…).
Aunque, al fin y al cabo, los pensamientos son solo flores. Las estaciones se pasan y las rosas y las margaritas se marchitan. O se arrancan.

Yo las recojo y formo con ellas ramos preciosos.

Sara.

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Fuente imagen: giphy.com

 

El timo de Delfos

 

 Unas putas cadenas.

Se retuercen por todo tu cuerpo. Arañan tus costillas. Se enrollan alrededor de tus muñecas, cuello y tobillos.

El cielo se vuelve naranja oscuro y comienza a escupir rayos y truenos.

Putas. Putas. Putas. ¿Por qué lo dijiste, Sara?

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Fuente imagen:  vhspositive.tumblr.com

 

Sara.

He aquí la cuestión…

Realmente, no sé en qué situaciones hay que intervenir. A veces he visto a alguien en apuros y me he quedado mirando desde la distancia, como un estúpido pasmarote. Mi cerebro no ha parado de debatirse entre el ayudo/no ayudo. Es raro. Porque si no haces nada te sientes como una mala persona, como alguien demasiado vergonzoso o inútil para prestar auxilio. Pero si prestas ayuda puedes molestar a quien está mal, y específicamente es esa persona quien te interesa que se encuentre mejor, ¿no?

A mí me ha pasado muchas veces, que me ha dado una bajada de tensión y me he tenido que tumbar en el suelo. Entonces ha empezado a venir gente y más gente ofreciéndose a comprar una botella de agua. En serio, todo el mundo quiere darte agua cuando estás mal, y eso está genial porque es un placebo muy efectivo, y te hace sentir cuidado.

Lo que ocurre es que cuando una multitud se aglomera y no para de preguntar puedes sentirte agobiado, porque tú te estás muriendo y te ves obligado a decir «no, me encuentro mejor». Una leche. Te sientes fatal y sólo quieres cerrar los ojos y desaparecer.

Se me había ocurrido escribir sobre esto porque el otro día me encontré ante una situación así y me sentí súper mala persona porque no hice nada al respecto para no molestar. Luego llegué a casa y pensé «joder, Sara, eres una incompetente».

Y, no sé, quizás lo soy. Pero no pasa nada. O sea, ahora no quiero que nadie se encuentre en la misma disyuntiva de si ayudarme o no.

Sara.

   Fuente imagen: yourfriendzz.tumblr.com

Algo es algo

James y Gwen conversan sentados en el césped de los jardines de los alrededores de su facultad. Han decidido saltarse la clase. Todavía es pronto y no ha salido del todo el sol, así que hace un poco de frío. Ambos admiran las tonalidades cálidas del cielo, un tanto irónicas respecto al clima. Toda la actividad se concentra en las aulas; en el jardín reina un silencio sereno, únicamente acompañado por la suave melodía de los gorriones. De vez en cuando observan algún coche correteando por el campus, recordándoles que realmente no se encuentran solos.

JAMES:

Ayer vi la película que me dijiste.

GWEN:

¿Cuál? 

JAMES:

«Las canciones de nuestra vida».

GWEN:

Sabes que no iba en serio, ¿verdad?

JAMES:

Ah. Pues me ha parecido un poco ridícula. Pero las canciones eran pegadizas. Me gustó la de la del piano. 

GWEN:

Creo que todas tienen piano. 

JAMES:

Era la de «na, na, na, na…»

Tararea una melodía sin sentido.

GWEN: 

¡Me estás mintiendo! ¡No has visto esa película! ¡Esa canción no existe!

JAMES: 

Lo raro es que no te hayas dado cuenta hasta ahora…

Gwen se muerde el labio inferior, evitando una carcajada. Él apoya la espalda en la hierba y cierra los ojos. Suspira, relajado.

JAMES:

Bueno, entonces ya sabes que puedes recomendarme cualquier película. No la voy a ver, pero te hago el favor de escucharte.

GWEN: 

«El favor», claro… Sería un detalle precioso. Se me ha ocurrido que podrías ver la segunda parte de «¿Pillas la ironía?».